Vivir como indocumentado en Estados Unidos y sentir el terror que en cualquier segundo tu mundo puede terminar, es horrible.
Un retén, una parada de tránsito, o en algunos estados, el que la autoridad te detenga por parecer mexicano, representan el fin de un capítulo, cuando se termina el corrido.

A mi se me acabó el corrido un miércoles 24 de abril del 2012, a las 10:46 de la mañana.
Agentes del ICE encubierto rodearon mi lugar de trabajo y me detuvieron al llegar. Hice una llamada a mi madre diciendo, que precisamente, “se me había acabado el corrido”.
No pude recoger a mi hijo de la escuela.
Mi historia es una de millones. Con la llegada de Trump, El indescriptible temor está latente y a la vista. Apoyado socialmente, políticamente y con recurso de sobra, no puedo imaginar el sentir, y eso que me tocó Pete Wilson.

Tuve la fortuna de poder avisar a mi familia. Dar mi paradero, que ellos supieran dónde estuve por meses.
Llegar a Tijuana, al lugar donde nací y viví años de mi infancia, regresar como adulto desconectado de gente que conocí de chico, prácticamente ya eran desconocidos. Es una ciudad muy rápida, y empezar de nuevo sin conocer a nadie, en cualquier ciudad no es fácil.
Ni a quién llamarle para llegar. Pero todo se acomoda…
Ha sido toda una aventura. Un sube y baja de emociones, éxitos y topezotes, pero esta ciudad abraza a quien se deje, y me dejé.
Este 2025 cumplo 13 años en Tijuana.
Difícil, sí.
Imposible, no.
El camino es solitario pero nadie puede solo.
Tijuana abraza a quien se deje y quiera aportar.